Conquistar no es lo mismo que desterrar. Muchas veces pensamos que tenemos
que hacer desaparecer todo lo malo por que interfiere con nuestras vidas, ya
que no nos damos cuenta que estos pequeños diablillos nos están ayudando a
encontrar un camino hacia aquello que consideramos felicidad.
Foto de Monica Lazar |
Desde que tenemos uso de razón el miedo está presente, cuando nos caemos
mientras aprendemos a caminar, cuando nuestra primera travesura nos lleva al
primer castigo; muchos pueden verlo como un virus terrible, algo extraño que la
sociedad ha construido para manejarnos, una técnica de sumisión para controlar
la mente humana, como los miedos que implantan ciertos gobiernos para
mantenernos paralizados. Todo es posible, y muchas veces puede que sea de esa
manera, pero si reconocemos los temores desde sus nacimientos perderían su gran
poder sobre nosotros; sin embargo, también debemos entender que, sin esa cara
de la moneda, jamás podríamos entender la otra que no hemos visto. No importa lo
que tengamos de frente, que todo lo que deseemos en este mundo nos sea dado en
un abrir y cerrar de ojos; no importa porque perdería el peso de su belleza, y
la inmensidad del horizonte se vería mellada por un no se qué de desdén que haría todo menos maravilloso. Todo miedo
está en nuestras manos, y no nosotros en la de ellos; de nosotros depende darle
la batuta de nuestras vidas o llevar nosotros ese fuego interno que encenderá
la antorcha de nuestra alma.
¡Qué suerte tenemos de estar aquí y ahora en este tiempo de cambios!, pues
en vez de darle un cuerpo a los problemas, podríamos darle un cuerpo a algo
mucho mejor. Cómo se transformaría la vida si viésemos cada día como una
oportunidad y no como un lastre que se repite; un día es irrepetible a los
otros, y los miedos de ayer no son a los miedos de hoy, al igual que las
soluciones. Todo es válido, si tienes un dolor inmenso en tu corazón,
reconócelo, pues la ignorancia del mismo no lo va a hacer desaparecer, más
bien, contrariamente, lo va a hacer crecer hasta que comience a engullirte los pies
para llamar tu atención; primero en tus pesadillas, luego cuando camines
despierto y comiences entonces a tropezar cuando en realidad, lo que quieres es
caminar derecho.
Pero, ¿qué pasaría si nos sentásemos a hablar con nuestros miedos?, ¿qué
nos dirían, cómo se defenderían? ¿Qué pasaría si pudiésemos convencerlos que
hay una posibilidad de salida?, ¿qué pasaría si en ese rincón nos entendemos
mutuamente y aprendiésemos a vivir en comunión constante de enseñanza y
aprendizaje? Ustedes miedos, nos muestran las debilidades que no vemos, y nosotros
trabajamos con nuestros corazones para arreglarlas. Todo quedaría en familia,
todo quedaría entre nuestros cuerpos y nuestras almas, entre nuestros miedos y nuestros
corazones.
Así que cuando pienses en conquistarlos, piensa también en entenderlos; en ver
qué te hace sentir tan mal y, sobre todo, en si puedes empezar a ver ese
sentimiento con calma, detenerte un momento y entender lo que el mundo y tu
corazón te dicen. Escucha a tu alrededor el dolor o la felicidad que sientes,
entiende por qué están presentes en tu vida y por qué te siguen tan incansables
por donde caminas. Mírales a la cara, a los ojos y reconóceles, pues puede que
veas cosas valiosas en el dolor que de otra manera no verías; aduéñate de ese
dolor, hazlo tuyo y después libéralo de su propia tristeza, verás que tu
corazón comienza a sentirse más ligero y a volar gracias a una forma más
aerodinámica de existencia.
Hay momentos en que la vida se pasma por tanto miedo. Es el punto de la vida es saber hacer de nuestros miedos oportunidades para crecer y superar las dificultades que tengamos
ResponderBorrarAsí es!
Borrar