viernes, 24 de febrero de 2017

La confianza, dos caras de una moneda.



¿Cómo es que la confianza tiene dos caras?, se preguntarán. La verdad puede tener más de dos, porque la confianza activa una reacción en cadena para lograr el cambio. Sin embargo, a veces la cadena se rompe y esa confianza aún niña se puede tambalear y claudicar. Esas otras caras de la confianza (que para función de este artículo son las personas a tu alrededor) no siempre se les considera 100% necesarias, pero, no podemos negar, que sí nos pueden dar un empuje y llevarnos de forma más sólida y segura a nuestras metas.

La confianza vista desde la sociedad
Apenas venimos al mundo aprendemos a confiar en las personas que nos rodean. Les damos las manos, y ellos, como protectores nos proporcionan la guía necesaria para nuestra supervivencia; sin embargo, a medida que vamos creciendo, todas esas ayudas se van metamorfoseando en exigencias, en reglas instituidas desde que nos levantamos y abrimos los ojos en la mañana, hasta la hora de acostarnos y cerrarlos nuevamente.
Las sociedades en las que vivimos son plantillas que hemos mejorado o desmejorado con el tiempo, y como tal, nos dicen qué se espera de nosotros, cuáles son nuestras reglas, nuestras condiciones de vida, nuestros requisitos para levantarnos y luchar por lo que creemos, y si estamos fuera de las reglas somos culpables de desacato. Nunca he estado completamente en contra de estos métodos, pues creo que controlan el caos que podría liberarse si, contrariamente, no existiese nada; ahora, lo que llama mi atención es que con el tiempo nos hemos cegado a consciencia, nos hemos tapado los ojos a lo que realmente queremos sean nuestras vidas.

La confianza lleva al cambio
Show Me Your Way, foto de Jeff Isy
Como ya estamos acostumbrados a las reglas nos dan miedo los cambios, temblamos con la sola idea de perder las seguridades que tenemos, aunque sean pocas, o muchas; es como un saltar a un espacio que nos da la impresión de estar vacío, aunque sabemos es probable que no lo esté. Los riesgos siempre existen, son parte de la naturaleza, es la ley del 50% de probabilidades.
No estoy diciendo que se debe saltar a ciegas, pero, si se quiere, se podría hacer poco a poco, se podría dar un paso hacia lo desconocida a ver qué tal. Pero hay un elefante enorme en el cuarto con todos nosotros, uno que casi se sale por las ventanas sin dejarnos respirar: a la sociedad tampoco le gustan los cambios. Las responsabilidades se van a interponer, los “no creo que sea buena idea” se van a levantar de entre las frases, los “necesitamos estabilidad” darán acto de presencia de padres, hermanos, parejas e hijos; pero ¿debemos juzgarlos por esto?, entendamos que los manejan los miedo, es normal que estén asustados, también los que desean los cambios lo están. Sin lugar a dudas, no ha sido una decisión fácil de tomar.

Las dos caras
Las dos caras de la moneda a las que me refiero en esta reflexión, son importantes; para que la confianza se dé hay que expandirla, para que funcione y se manifiesten los deseos se necesita un pequeño apoyo de aquellos que nos acompañan. Si la estabilidad es un tema importante, que no dudo que lo sea, tomemos entonces pequeños pasos para introducirla, nadie nos ha dicho que tenemos que dejarlo todo, pero en cambio podemos intentarlo como si estuviésemos aprendiendo a caminar de nuevo.
Si eres tú, el que lee, el que quiere implementar estos cambio en tu vida, no te amilanes, no eres el primero ni serás el último; hazlo a tu propio ritmo y con la confianza a flor de piel. Pero ten en cuenta que debería ser un cambio que sale directo de tu corazón y no de tus miedos; préstale atención, dale la oportunidad, por lo menos, de escucharlo atentamente. Si eres tú, familiar de uno de los que empiezan a tantear el cambio, el que lee, busca en tu corazón, analiza qué te atemoriza y se arremolina tu cabeza. Ten en cuenta que la comunicación abierta es siempre una excelente aliada.

La confianza amerita trabajo
No te puedo asegurar el éxito, eso te lo aseguras tú mismo, y depende de cuánto luches para lograrlo, porque de nada sirve decir que confías en Dios para luego sentarte pacientemente a que baje en una nube a resolverte la vida; el cambio amerita trabajo y sudor. Lo que sí te puedo asegurar es que nada permanecerá igual, que un movimiento trae otro, y otro; y que cuando menos lo esperes, las ruedas habrán empezado a recorrer senderos desconocidos; y a veces, sin saberlo a ciencia cierta, sentimos que necesitamos ese movimiento.
En este momento le hablo a ambas caras de esa moneda: así como te gustaría que confiasen en ti, confía en los que amas, no todas las decisiones se toman a la ligera. Si conoces a esa persona a la que has apoyado toda la vida, sigue adelante en sus nuevas decisiones, acompáñalo a dar los pasos necesarios, aunque sean pequeñitos, para que su mundo y por lo tanto, el tuyo, pueda empezar a moverse. Y tú, el que cambias, trabaja duro para lograr lo que deseas, nunca nadie ha dicho que sea fácil, pero sí muchos han dicho que ha valido la pena el esfuerzo.

viernes, 17 de febrero de 2017

Reconocer a la familia y reconocerse a sí mismo


¿Reconocemos realmente a nuestra familia en el mundo de hoy?, ¿les hemos dados un puesto en nuestras vidas o los hemos apartado con ocupaciones conscientes o inconscientes? Este es un tema que mucho tratamos de ignorar, pues nunca ha sido fácil reconocernos a través de nuestras familias.
Por los últimos días he tenido un sueño, se ha convertido en uno de esos sueños recurrentes que están presentes cada vez que cierro los ojos, bueno, este es uno de los míos. El sueño siempre se da en una casa, por lo general una casa vieja que está en proceso de construcción, y allí, conmigo, mi familia se apresura a comenzar con los trabajos de reconstrucción.
Este sueño me ha inspirado a escribir estos pensamientos y compartirlos con ustedes. Me ha mostrado el núcleo familiar en muchas de sus facetas, amor, odio, rencor, crecimiento, y muchos otros sentimientos que la familia suele inspirar.

Por diferentes caminos
Cuando hablamos de la familia muchos elementos pasan frente a nosotros, muchos estamos en contacto con ellos, otros no tanto, y algún otro porcentaje se ha despegado completamente de ellos. Es común creer que al tener una pareja creamos nuestra propia familia, que es cierto, pero hay otros que piensan que el resto pasa a ser historia.
Foto tomada de http://www.aplaceformom.com/
Para mí, una persona que vive fuera de su país y que se levanta cada miércoles o domingo pensando que una de las tareas del día es llamar a la madre, es un tema delicado. Supongo que por eso sueño con la urgencia de la construcción de una casa antigua, pero cómo reconciliar el aspecto de niña que quedó en mí con el de adulta con una vida propia cuya familia no conoce en su totalidad.
Nos olvidamos muchas veces de las raíces que nos vieron nacer, y no hablo de la cultura, que es otra clase de raíz, hablo de las familiares directas, de los padres, los hermanos o abuelos. Es una falta que todos hemos sufrido, o estamos sufriendo o sufriremos en un futuro. Mi familia, en general, es tan grande que no los conozco a todos, y es normal, pues la vida se atraviesa y crea caminos diferentes. Lo mismo pasa con la familia más cercana. La vida se interpone, decimos.
Muchos dirán que no se pierde nada, que la vida continúa para todos, pero la vida nos ha proporcionado de ciertos espejos en los que podemos ver sin dificultades porciones de nosotros mismos. Al negarle cabida a la familia, le negamos la entrada a nuestro propio ser. Por alguna razón son quienes son, con sus problemas y sus dramas, con sus éxitos, con sus vidas cotidianas. Entramos a otras familias y las llegamos a amar, pero estamos unidos a nuestro propio núcleo por nuestra sangre o sólo a través de nuestro corazón; compartimos con ellos una línea delgada que nos une con esos seres que siempre habitarán nuestra mente.

Cuando sobrevienen los problemas
Pero, qué pasa si sobreviene la ruptura, si el caos o la traición se ven envueltas en las relaciones familiares más cercanas. ¿Se acaba todo entonces?, ¿se rompe definitivamente esa conexión? No creo que el correr resuelva los miedos o las traiciones, creo que más bien las intensifica dándoles un poder especial, pero cuando de la familia se trata, el poder se hace ineludible e imposible de ignorar.
Siempre he sido partidaria de resolver los problemas con una comunicación abierta, de apartar las rabias para hacerle un espacio a las resoluciones. No digo que todos deban hacerlo imperativamente, pues creo que el tiempo ayuda a aclarar la mente y darnos las respuestas, aunque sólo si realmente las estamos buscando, no si estamos huyendo de ellas.
Pero a veces, ¡qué difícil se nos hace perdonar a nuestra propia familia!, ¡qué carga inmensa se levanta por sobre nuestras cabezas! A veces somos nosotros los que no nos podemos perdonar, y esto nos hace alejarnos, somos los victimarios en castigo, escondiendo nuestras culpas con el miedo de resolver nuestras propias cabezas, ¿qué es lo que le impide al victimario dar el primer paso, dar la disculpa necesaria, enfrentar los problemas para salir de su propia miseria? En un desconocido es lógico pensar que la disculpa no llegará nunca, pero cuando de la familia se trata hablamos de una construcción más profunda, de un equilibrio más sensible. En la familia no se trabaja solo.

Presencia permanente
En oportunidades considero que yo pude haber nacido en otra tierra, en otra cultura y religión, en otra familia; pero no lo hice, nací aquí con mi madre y mi padre, con mis hermanos y abuelos y todos los conflictos y amores que nos rodean. No es acaso suficiente para saber que por algo estamos donde estamos, que por algo nacimos donde nacimos y con quien nacimos. Para mí siempre lo ha sido.
Con perdón o sin perdón, la familia siempre será parte de tu vida, un amigo puede estar, y al día siguiente no estar más. La familia, por otro lado, es casi que un ente independiente en tu cabeza, y aunque no quieras, siempre va a estar allí. ¿Vale la pena intentar borrarlos de tu vida, o vale la pena considerarlos parte de lo que constituye tu imagen? Tú no eres tu familia, pero tu interacción con ellos te ha dado la base para ser quién eres hoy día, para los problemas y las soluciones que encuentras, para tus miedos y cómo losenfrentas, para tus alegrías y cómo las construyes.
No te olvides de la familia que comparte contigo en esta vida. Recuérdales, reconóceles  aunque sea en tu corazón, a los que están y a los que ya no; a los que te sonríen y a los que refunfuñan a tus espaldas; o a los que por vergüenza no te quieren mirar a la cara. Todos forman parte de tu vida. Si sonríes con la idea esto no te va a costar nada, pero si en cambio lloras, eso quiere decir que el recordar no será en vano, que aprenderás de ese llanto, y que podrás acercarte a tu alma cuando ya las lágrimas se hayan secado.

miércoles, 15 de febrero de 2017

Barco de papel


                                                        A mi madre

Aún me siento como una niña
cuando te veo,
cuando te pienso,
cuando me imagino abrazada a tus piernas
convocando al sueño,
cuando me imagino trasladada
al mundo de los cielos
mientras tus dedos limpian mi frente
de pensamientos llanos
y de volúmenes inciertos.
Aún camino pequeñita a tu lado,
aún te tomo de la mano
cuando los monstruos me acechan
Cuadro de Claudia Tremblay
desde el armario,
aún te llamo desde los lagos
que se ondula con mis manos,
que alborotan la superficie serena
de mis recuerdos de niña
en postura de oraciones eternas.

Y siento que con los años
más quiero tus arrullos cantados,
tu protección de fiera destajando los daños,
tu mirada de amaneceres profundos
que se levantan cada día
para iluminarme los surcos
que cambian los nudos.

Y casi mis canas
cuentan cuarenta veleros blanqueados,
y, a pesar de los años recorridos,
soy un barquito de papel en tus brazos;
y aunque dentro de unos años
ya no veas mis arrugas
con tu visión de amparos,
me verás aún como niña
corriendo entre las matas de mango,
llamándote desde lejos
para refugiarme siempre en tus luceros.

A este poema le fue otorgado un Diploma de reconocimiento en el XIV Concurso Internacional de Poesías Lincoln-Martí 2016

miércoles, 8 de febrero de 2017

Cómo ser auténtico en el día a día




El ser auténtico en el día a día lo vemos como un trabajo monumental; pero si fuésemos auténticos, ni siquiera estaríamos en faena laboral, sino en una faena de libertad.

Sólo sé tú mismo, son palabras que escuchamos comúnmente de la gente cuándo nos quieren dar ánimo. No es un secreto que muchas veces nos encontramos perdidos en un mar de exigencias, que muchas veces nos cuesta reconocernos en el espejo, o hasta mirarnos sin sufrir una decepción. No es fácil ser uno mismo, nos decimos esos días. No es nada fácil ser auténtico.
La autenticidad en etapas
Los momentos de más libertad son dos etapas de nuestras vidas, la primera es cuando somos niños y nos sabemos invencibles, cuando no existen barreras entre lo que se puede y lo que no, eso durará sólo una pequeña parte de nuestra niñez, hasta que empezamos a estar conscientes de las limitaciones impuestas y las reglas que nos diferencian.
La segunda etapa es en la vejez, cuando miramos al pasado para ver que ya no tenemos nada que perder, cuando el futuro se ha convertido en un momento simple que intentamos atrapar en el aire y aprovechar al máximo. Las barreras que levantamos durante nuestra adolescencia y madurez las comenzamos a tumbar a empujones porque simplemente ya no nos gustan y realmente no nos importa lo que otros digan.
Cuando, en el transcurso de nuestras vidas, de pronto perdemos esa percepción de uno mismo el mundo en vez de alargarse se empequeñece, a veces nos creemos superiores o inferiores; si somos superiores no buscamos la aprobación de nadie, pues somos los mejores en nuestro mundo individualizado; y si somos inferiores buscamos más bien la aprobación de alguien para inclusive poder respirar. Se nos hace sumamente difícil encontrar un punto medio.

El punto medio
Recientemente escuché en un Ted Talk titulado El arte de ser uno mismo de Caroline McHugh, comentar sobre estos dos aspectos, y ella explicaba que había explorado un punto medio que había llamado interioridad, en el que, como seres humanos, nos introduciríamos en lo realmente importante de nuestras vidas.
En la interioridad no hay competencia, no necesitamos a otras personas para construir una imagen de la autenticidad que luchamos por encontrar diariamente; y es que este cuerpo físico que llamamos vida es sólo un paso entre las diferentes comunicaciones, ya sea con nosotros mismos o con los demás. La cuestión es dejar de pensar tanto en uno mismo y pensar más bien en el mensaje que queremos transmitir.
Muchos dirán entonces qué ha sido de mi vida como ama de casa, o en un trabajo que me arrastra todos los días a un pozo sin fondo. Lo que nos define no es lo que queremos que los otros vean, es simplemente lo que es, lo que sentimos sin maquillajes y desde el fondo de nuestro corazón, no de nuestros miedos. Dale un mensaje al mundo con lo que realmente eres, pero no lo fuerces, el mensaje vendrá cuando te aceptes en tu propia autenticidad.

¿Pasos a seguir?
De seguro ahora te estás preguntando los pasos a seguir, las técnicas que debes aplicar para sentirte un ser único. La verdad es que no hay muchos pasos que te pueda dar, más el asegurarte que no hay dos como tú, que tus experiencias son únicas, que ves el mundo diferente a como yo lo veo y que de seguro resolverías un problemas de una manera diferente. Una vez que abraces esas posibilidades te abrazarás ti mismo; te darás cuenta que el mundo no te está viendo a ti, que eres tú, con tu autenticidad el que tienes algo que ofrecer.

miércoles, 1 de febrero de 2017

Cómo evaluar y liberarnos de nuestras expectativas

Liberarnos de nuestras expectativas no se da de un día para otro, por ello, empezar a evaluarlas es un primer paso para comenzar con dicho proceso de liberación.
Nadie dice que esperar lo mejor de nosotros sea incorrecto, es más, pienso hasta natural dar lo mejor de sí en cada actividad que uno realiza; sin embargo, la dificultad que puede hacer acto de presencia es cuando todo se reduce a lo que esperamos de otros, sobre todo cuando hemos puesto en esto la bandera definitiva de nuestra felicidad.
Expectativas vs. positivismo
El terreno se vuelve movedizo cuando ponemos nuestras expectativas en alguien más, o cuando a diferencia, debemos llenar las expectativas de esas otras personas. La expectativa no es lo mismo a ser positivo, el positivismo es mirar nuestro mundo a través de un par de anteojos diferentes, es apreciar los cambios y aprender de ellos, es visualizar un mundo que nos beneficie a todos colectivamente, empezando por nuestra individualidad; la expectativa, en cambio, es esperar algo de alguien casi como un pago por un comportamiento específico, esperamos que algo pase porque lo creemos lógico o merecido, ya sea a nivel cultural, social o religioso.

Nuestras expectativas en otros
Pensemos en lo siguiente, si en una pareja la mujer trabaja  todo el día como ama de casa, cuida a la familia, cocina y mantiene todo en buen estado, ésta espera como pago por su trabajo que el marido lave la loza en la noche. Muchas veces las expectativas se dan por sentadas, no se hablan, ni se discuten, sólo se esperan. Si en el ejemplo, el marido en vez de lavar la loza prefiere ir a ver televisión después de un día de trabajo, la esposa sufriría una gran decepción y probablemente caería en depresión y en un estado de furia.
Otro ejemplo común es en el campo laboral, ¿cuánto no daríamos por escuchar cada día lo bien que lo hacemos y la excelente labor que estamos realizando?, esperamos sobremanera el pago de nuestro sudor con la palmadita en la espalda, incluso a sabiendas que sí, que hemos hecho un excelente trabajo.
Si nos ponemos a ver, muchas veces somos nosotros mismos los que arruinamos el mejor momento, los que exigimos de la otra persona porque hemos dado mucho. Vivimos en un mundo de espejos, mientras más reflejemos la exigencia de pagos, de la misma manera los otros esperarán lo mismo; pero si se dan cuenta, lo que reflejamos son exigencias, no respuestas.
Todos tenemos expectativas, todos esperamos ser tratados bien en una relación si nosotros estamos haciendo lo mismo, asumimos que la otra persona está consciente de nuestras expectativas y viceversa. Siguiendo el ejemplo de la pareja, puede que el marido espere que su esposa entienda que trabajó ese día el doble de lo que generalmente trabaja, que tuvo una actividad física extra que por lo general no tiene; por lo tanto, para él es totalmente normal sentarse frente a la televisión para olvidarse de todo. Cada uno espera una respuesta específica, y cada uno asume que el otro sabe que lo espera.

Mantener una comunicación clara para obtener expectativas saludables
Estableciéndose una comunicación entre ambas partes, sería el camino necesario para llenar las expectativas del otro, se mantendrían transparentes y sin obstáculos, y poco a poco se transformarían en una realidad más allá de la espera, serían  finalmente, unas expectativas más saludables.
Si logramos cambiar nuestros anteojos, la realidad tangible se vería de un color un poco diferente, ya que reaccionaríamos no por expectativas, sino a través de la consideración y el amor. Esto, debo aclarar, no quiere decir que vayamos a convertirnos en esclavos de lo que la otra persona desea si la comunicación, lo que es en verdad, es una relación que va sólo en una dirección. Si por el contrario, en una relación de pareja se mantiene claro lo que se espera de la otra persona, esto puede llevar a establecer si ésa es la relación que se necesita o si se quiere mover a algo que se ajuste más a nuestras necesidades.
El punto es entender que las expectativas las creamos nosotros mismos, que el marido al no lavar la loza no quiso decir que su descanso era más importante que el de la esposa; que la palmadita que se esperaba en el trabajo no es dada porque uno sea malo, sino porque hay actitudes o acontecimientos en la vida de la otra persona que quizás no conozcamos. Las posibilidades son infinitas, por lo que tenemos que pensar si en realidad queremos ahogarnos en un vaso de agua por lo que desconocemos.

Evaluar las expectativas
Lo que recomiendo es lo siguiente, empieza a evaluar tus propias expectativas; observa a tu pareja o a las personas con las que compartes tu día a día. Si de pronto te das cuenta que tu nivel de enojo te está superando, detente y piensa un momento si esto se debe a que estabas esperando algo de cierta persona, pregúntate: ¿esta respuesta o actitud fue dada realmente adrede?, ¿está esta persona buscando hacerme daño al negarme algo?, o ¿vale la pena preguntar y escuchar la respuesta antes de explotar del enojo o la depresión?
Sólo te tomará un momento reflexionar, y si lo deseas, compártelo con esa otra persona, así ambas estarán conscientes qué esperan el uno del otro.
El esperar lo mejor de sí mismo es una forma de motivarnos día a día y superarnos con alegría, el esperar una respuesta específica de otros es darles a ellos la llave de nuestra felicidad y la capacidad de decidir sobre nuestro humor. Aunque nuestra alegría se expanda a nuestros vecinos, es nuestra la decisión de mantenerla cerca y nutrirla, sin esperar que sea ese otro el que tiene el deber de proporcionarla.
Si por sobre todo, aún nos sentimos ofuscados y deprimidos, esto es quizás la indicación que necesitemos para establecer una mejor comunicación, o para movernos al siguiente peldaño de nuestras vidas en crecimiento.