sábado, 6 de enero de 2018

Un lugar sagrado

Haz de tu vida un lugar sagrado, un lugar donde observes tus propias acciones, los momentos maravillosos y los tumultuosos, aquellos que escaparán de tus manos y cuyas consecuencias serán diferentes a las que imaginaste. Hacer tu mundo sagrado es observarte con fascinación, amar al niño que una vez fuiste, amar la persona en la que te has convertido.
Picture by Josh Bulriss
Un lugar sagrado no es un sitio de perfecciones, es un sitio de aceptaciones, de mirar como ese mundo se desarrolla frente a ti mientras te dejas llevar por la marea que lo cambia todo. Ser el creador de tu mundo sagrado es observarlo de cerca, prestar atención a los detalles, aceptar incluso los momentos de desolación que parecen ahogarte.
Haz de tu mundo un lugar sagrado. En los momentos de imposible dolor, en los que te sientes aplastado por las frustraciones u olvidado por las personas que amas, mira al cielo, no estás solo. Hacer sagrados estos momentos es honrarte a ti mismos, es escucharlos y darles una voz; deja que te hablen, deja que se vayan. Acepta las desolaciones, el dolor profundo en tu pecho, pídele ayuda a la tierra que siempre estará allí para sostenerte.
Haz sagrado al cuerpo que cubre tu espíritu, al cuerpo que recibe el calor del sol y que respira con la madre tierra; observa el pálpito en tu pecho, la expansión de tus pulmones, la oportunidad que trae un nuevo día, porque un día es una página esperando momentos sagrados para llenar los espacios en blanco.
No podemos responder por el mundo, por los actos que nos hacen sufrir y que escapan de nuestras manos, pero en cambio podemos hacer de nuestras propias vidas un lugar sagrado, en el que podamos observar lo que hace feliz a nuestros corazones, donde estemos agradecidos por la tierra bajo nuestros pies y por la calidez del sol sobre nuestros rostros.
Honra a tu vida con tus agradecimientos y tristezas. Haz de tu mundo un lugar sagrado.

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