Lo primero que me vino a la mente esta mañana fue el ponerme a trabajar
como si me estuviese persiguiendo una jauría de lobos hambrientos, pero una vez
levantada vinieron tantas cosas a tropezarse en mi camino, tantas tareas que no
eran tareas, tantas excusas que parecían hacer cola disfrazadas de actividades
primordiales. Todos se volvieron tiranos, obras titánicas que me querían impedir
encontrar el rumbo.
Así de pronto me encontré, planeando intensamente y con el miedo escalando
desde mis pies hasta lo más profundo de mi estómago. ¿Qué hacer con ese
gusanito del desdén, con ese “diablillo que se sienta en nuestro hombro
izquierdo” a decirnos que los sueños que nos creamos cuando dormimos, o cuando
vivimos, se generan en nuestra ensoñación y no en lo que nosotros consideramos
es nuestra realidad impenetrable?
Pues empecemos con decirnos todos que la realidad es cuestión de
perspectivas, que la ensoñación que nos ilumina el camino del sueño es mucho
más que una ilusión pasajera. Las actividades catárticas son uno de los métodos
más hermosos para ponernos en contacto con ese “angelito en nuestro hombro
derecho”; una hoja y un papel en blanco, o un creyón, o un pincel, inclusive
una calculadora que te deje planear la empresa que siempre has deseado pero
siempre se ha quedado paralizada al borde del camino. Todos tenemos esos días,
pero, ¿debemos dejar que la sensación nos engulla?, y peor aún, ¿debemos dejar
que sature el día a día de nuestras vidas?
Si la respuesta es un sí rotundo, deténganse,
no lean más, porque no vale la pena cuantos libros hayan leído para mejorar sus
vida, o cuántas lágrimas derramen frente al Dios que los guía en esas noches de
oración; lo único que importa es la actitud al mirarse al espejo, lo único que
realmente hace caminar nuestras vidas es la sonrisa o el ceño fruncido que le
dirijamos a ese reflejo que dice más de lo que creemos.
Cada vez que veo a un niño tomar un creyón o cualquier cosa útil para sus
juegos, lo primero que me llama la atención es su expresión de suficiencia y de
dueño de sí mismo; si sólo pudiésemos recuperar esa actitud e ingresarla en
nuestro sistema pensante y en nuestro corazón, todos nuestros problemas se
tambalearían de los sitiales en los que los hemos puestos. El momento crucial
de todo se reduce a un importante momento… el
comienzo.
El arte de decir sí puedo, es el arte de comenzar, de darse ese tiempo, ese
primer paso al que muchos hemos temido, o aún tememos. No es una tarea fácil, y
no me refiero al comenzar, no; lo realmente difícil es dejar atrás lo que por
tantos años hemos alimentado casi con cariño, y éste, es el miedo; eso que nos mantiene aplastados e
inmovilizados, viendo pasar la vida frente a nuestros ojos mientras lloramos nuestras
desgracias.
Nuestras vidas siempre van a tenar más opciones de las que pensamos, vivir
una u otra es nuestro derecho primordial. Sé que no suena fácil, y hasta
algunos muevan su cabeza en desacuerdo y negación, porque como dije anteriormente,
todo es cuestión de perspectiva; pensémoslo con un ejemplo: Una persona se acaba
de mudar de su país para buscar una vida mejor para sus hijos, dejó atrás casa,
trabajos, profesión, vehículo y familia, y nada de esto fue fácil ni divertido.
Muchos podrían fácilmente entrar en modo lástima: pobre chica o chico que tuvo
que dejar todo lo que conocía para escapar; sin embargo, el otro bando podría
decir, qué maravilloso lo que ha empezado, una aventura que va a llenar su vida
y le va a traer las posibilidades que de seguro merece. Ahora, con cuál de las
dos opciones nos sentimos más cómodos e identificados.
Hay momentos en que los caminos parecen comienzan a estrangularnos, con lo
que nos vemos al borde de la inanición o del oasis. Oh, pero si nos ponemos a
pensar, a analizar lo que puede salir mal, lo que la gente va a pensar o lo que
el universo va a decir; se nos olvidaría que nada ha pasado, que hay un
cincuenta por ciento de posibilidades de éxito, y que si lo intentamos podría
crecer sin límites, pero que si no comenzamos, nunca el porcentaje avanzará de
un cero por ciento.
No tengo la solución para este problema, pues la solución varía con cada
uno de los sueños que viven en nuestros corazones; es como un laberinto inmenso
en nuestros pechos al que sólo nosotros tenemos acceso ilimitado. Nadie que no sea
uno mismo puede resolverlo, así que no importa si les digo sí pueden, y espero que todo el miedo se desvanezca y salgan
corriendo por las praderas cantando la gloria de la resurrección del espíritu;
si sus mentes no ven las posibilidades, van a tener que esperar a que sus corazones
desesperen y se las muestren con métodos menos placenteros.
Mi sugerencia consiste en lo siguiente: tomen papel y lápiz e imaginen su
laberinto personal con la salida al otro lado, esa salida prodigiosa a la que
quieren llegar airosos, o a la que quieren llegar antes de verse obligados a
gritarle al mundo. En ese papel escriban lo que quisieran hacer en sus vidas,
lo que les apasiona, ya sea escribir un libro, pintar, decorar o construir un
negocio o una vida desde cero. Una vez que tengan plasmado eso que desean,
hagan una lista debajo de cómo llegar a esa meta, cómo cruzar ese laberinto.
Tómense su tiempo, días si es necesario, nadie les está apurando; pero háganlo
conscientemente, tratando de encontrar todos los recovecos posibles que les
lleven a esa salida. Tomen en cuenta todo lo que desean, lo económico, social y
hasta espiritual si así lo quieren; y no les dé miedo, pues eso que escriben es
entre ese papel y sus corazones, es una comunicación que mantendrán consigo
mismos para pasar por encima de lo que el miedo les pueda proponer disfrazado
de la mente racional.
Sólo les pido recordar una cosa, no conocen el final porque éste no ha
pasado, porque la idea de que salga mal está en sus cabezas. El quedarse a la
orilla del camino es muy fácil, pero el empezar a caminar nos lleva muchas
veces, a ese otro sitio al que siempre quisimos llegar; toma trabajo el mover
las piernas, pero si algo les he de asegurar, es que es supremamente
reconfortante ver un paisaje diferente. Y créanme, yo lo estoy haciendo con
estas palabras.
¡Qué tengan un maravilloso comienzo en el laberinto de sus corazones!, ¡buena
caminata!