A veces la tolerancia, simplemente se diluye entre las grietas del día a día, así vemos nacer a la intolerancia. Buscar los rastros de lo que parece perdido no es fácil, y mucho menos regresarlo a su estado original.
Tengo un amigo a
quién respeto, vive siempre con una opinión sobre el mundo y con una piedra en
la mano lista para lanzarla al primero que haga algo que a él le parezca
inaceptable. Al comienzo yo sólo asentía y callaba, pero pronto empecé a notar
que las piedras comenzaban a seguirme y que yo también estaba preparándome para
tomar una de esas piedras y comenzar a lanzarla. Sin percatarnos, los
comentarios nos afectan, tanto que hasta pueden cambiar y moldear nuestra forma
de pensar.
En nuestra realidad
En nuestros
países latinoamericanos la intolerancia está a la orden del día. Unos hablan de
intolerancia racial y de sexo, en nuestros países es más frecuente la de
pensamientos, aunque los otros aspectos no se quedan muy atrás. Sólo están esperando
su turno para aparecer más cómodamente, porque una vez que un prejuicio se
instala, es más fácil que los otros también lo sigan.
¿Qué nos lleva a
atacar?, ¿qué nos lleva a lanzar las piedras construidas con todos los
prejuicios que más que de nosotros, pueden ser de otros? ¿Cuántas de nuestras intolerancias
vienen de nuestros corazones y cuántas no vienen de lo que otros nos han
enseñado?, ya sea de los padres, de la sociedad, del partido político o hasta de
la religión. Mientras más odio se fabrique en las calles y en nuestros entornos,
más nos sentiremos afectados y más alimentaremos la intolerancia.
Escuchamos miles
de discursos, miles de videos sobre la compasión y el amor, pero a veces
seguimos en la misma encrucijada, mirando alrededor con los ojos abiertos, a
veces espantados, a veces acostumbrados; pero sin realmente mirar nada.
En el país en el
que vivo la intolerancia no está ausente, como en Latinoamérica, es un ser
tangible que va por las calles mirando a quién hace tropezar. Canadá es un país
multicultural, con tantas caras diferentes que muchos se han comenzado a
preguntar por qué lo están compartiendo, incluso los mismos inmigrantes se
hacen esa clase de preguntas: ¿Por qué es una mujer como mi jefa, por qué un
nativo, por qué un musulmán o una persona de una religión tan diferente?, ¿por
qué un rico y no un pobre, por qué una persona de un partido político y no de
otro, por qué un joven y no un viejo? Las preguntas parecen no tener fin.
Foto de John Clang |
Al perecer se
nos ha olvidado que la idea detrás de la tolerancia no es el sentirnos mejor
con nosotros mismos, es entregarle al mundo una unidad compacta, es entender
que sólo como un colectivo podemos salir adelante destruyendo las paredes de
los prejuicios y sembrando en su lugar un campo de aceptación. Porque en la aceptación está la diversidad,
en la diversidad el entendimiento, y en el entendimiento está la riqueza del
espíritu.
La vida está
llena de verdades, y la tuya no es igual que la mía; eso no hace a ninguna de
las dos verdades menos importantes, las hace ir lado a lado en una caminata
pareja. No perdamos el tiempo tratando de empujar algo que tiene el mismo valor
que nosotros, usemos ese tiempo para levantar un camino más amplio y aceptar a
otras verdades que se quieran unir a la caminata.
Por eso les digo
que ha llegado el momento de tomar acción. Escucha atentamente lo que otros te
dicen, analiza ambas verdades e intenta tolerar las diferencias entre ambas.
Así como el mundo está lleno de seres humanos y animales diferentes, de la
misma manera nuestros corazones están poblados de una diversidad inmensa de
sentimientos.
No siempre la
tolerancia tiene que estar en constante lucha con la intolerancia, pues esta
última nos hace ver el valor de la primera; pero para eso trata de maravillarte
con las diferencias, no las silencies. Si están allí no es por pura casualidad,
sino para enseñarte que en la unión está la fuerza.
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