viernes, 31 de marzo de 2017

Escalar nuestras rabias o descender de ellas


Cuando las rabias comienzan a escalar, ¿cómo detenerlas? A veces descubrimos que las queremos a nuestro lado, que las necesitamos para luchar con nuestros sentimientos más profundos, que las alimentamos para no ver el lado vulnerable de ellas, y por lo tanto de nosotros mismos. ¿Queremos realmente descender de nuestras rabias?
Muchas veces, después que se va la rabia nos sentimos desinflados, culpables de nuestras debilidades; sin embargo, otras veces, éstas no se retiran, sino que crecen como jorobas inmensas que cargamos sobre nuestras espaldas. Si nos descuidamos, cargaremos con ese peso por el resto de nuestra existencia.

Las rabias acumuladas
Autumn Ladder, foto de Jeremy Miranda
Muchas veces las heridas que vamos acumulando en nuestras vidas pueden ser las causantes de las rabias que subyacen en nuestra mente, pero también están las rabias circunstanciales, aquellas que pertenecen al entorno. Nos llenamos tanto de ellas que cada aspecto de nuestras vidas toman tintes de gritos, de malas caras, de palabras hirientes y de confrontaciones innecesarias; e inevitablemente, esa carga pesada, comenzamos a expandirlas hacia las personas a nuestro alrededor.
Las rabias no son únicas de aquellos violentos que viven con las armas bajo el brazo, no son propiedad de los que van a programas especiales para controlarlas, no están sólo al lado de aquellos que golpean a sus familiares en sus borracheras o en sus sobriedades. Las rabias viven en cada uno de nosotros, y muchas veces, en la más simple actitud podemos encontrarlas. Una cosa es hacerlas más livianas al compartirlas, otra muy diferente es expandirlas  y repartirlas. Compartir las rabias se hace con diálogo y con el corazón abierto, el expandirlas se hace a diestra y siniestra, sin hablar y sin mirar a los lados.
Aunque no nos guste pensarlo o admitirlo, muchas veces esas rabias, son los causantes de los traumas y heridas de las personas que amamos. Un grito no pensado o una frase hiriente, pueden convertirse en las primeras cicatrices de nuestros familiares más cercamos.
Pero no todo está perdido. Si escalamos a la cima de las rabias y los gritos, o si ponemos rocas de desconfianza sobre más rocas, la respuesta es empezar a removerlas. No digo simplemente removerlas porque es más fácil decirlo que hacerlo, el misterio radica en empezar con la faena de remoción y descenso. Pero la tarea de limpieza de rabias puede ser larga y extenuante.

Qué métodos usar para prepararnos
La pregunta es, ¿queremos bajar realmente de la montaña de nuestras rabias?, ¿queremos empezar a vernos a nosotros mismos por quien realmente somos? Vernos vulnerables no es un pecado mortal, es un camino que construye empatía hacia los demás y, más importante, hacia nosotros mismos.
Seguramente has escuchado mil veces la frase “cuenta hasta diez y respira profundo”, bueno, la frase no está sobre usada, pues ese momento de pausa le permitirá a nuestro cerebro evaluar las causas de nuestra rabia, las consecuencias que los gritos podrían traer para todos los presentes, y los posibles pasos a seguir para deshacernos de la piedra antes de ponerla en nuestros hombros. Es una técnica válida para cualquier momento.
Si necesitas más tiempo, pídelo. No te des la vuelta y te vayas de una confrontación sin ninguna explicación, pues sólo le vas a decir a ese otro que sus problemas no son importantes. Lo que sugiero en cambio es pedir un tiempo fuera en voz alta, explicarle al otro la necesidad de pensar por un momento antes de continuar. El pedir un momento no es huir, es internalizar tu respuesta.
La meditación, por supuesto es un método muy útil para entender tus rabias, para comunicarte con ellas. Saber de dónde vienen es muchas veces la respuesta para pedirles se calmen. Unos pocos minutos de meditación diaria te ayudarían a ver tus rabias de forma más tangible y a buscar una solución en conjunto.

Comenzar el descenso
Probablemente ya se habrán dado cuenta que mi po
sición frente al mundo es que todos los lados pertenecen a un todo y que ese todo debe ser escuchado en su totalidad. Si la rabia está presente, tiene un motivo; siempre escucha lo que tu cuerpo y tu mente trata de decirte, trata de entenderlo para lograr un balance para ti y para las personas que te rodean. Si por el contrario tratas de amordazar tu rabia, a ésta le saldrán colmillos, y lo más seguro es que cuando se logre liberar, las consecuencias sean más devastadoras que si la hubieses escuchado con anterioridad.
Por ello, cuando escalemos al tope de nuestras rabias aprovechemos para mirar al horizonte, mucho más allá de ellas. Ese mundo al otro lado nos espera, pero para llegar a él, tenemos que descender primero, tenemos que bajar la montaña de nuestras rabias para ponernos en camino hacia el otro lado. No lo dudes, desciende y empieza a caminar.

jueves, 23 de marzo de 2017

Cooperación o competencia, ¿dividirlas o entrelazarlas?



¿Cooperación o competencia? Qué son, a cuál de estas dos nociones nos inclinamos. ¿Es una peor que la otra? ¿La cooperación traería la salvación o desapareceríamos si compitiésemos todo el tiempo?, ¿hay que dividirlas o más bien entrelazarlas?

El mundo en el que vivimos es un mundo dual, un mundo de posibilidades. No toda cooperación es maravillosa, y no toda competitividad es malsana. La creación de la bomba atómica, por ejemplo, fue un trabajo en equipo, de científicos, de ingenieros, de políticos y pilotos; sim embargo, podemos decir con seguridad que las consecuencias de la misma fueron devastadoras. ¿Y qué pasa con la competencia por supervivencia?, con el proceso de mejorar nuestras civilizaciones para optimizar la calidad de vida, qué pasa cuando las circunstancias nos confunden las definiciones y se llevan las nociones preestablecidas.

Retroceder para definir el camino
Para lograr un balance entre ambas debemos dar varios pasos atrás, retroceder del colectivo por un momento y establecer una versión individual, pues con estas definiciones en específico, cuando partimos de lo colectivo, corremos el riesgo de perdernos en los deseos y reacciones de los otros, pasando incluso por encima de nosotros mismos.
Cuántos casos no hemos vistos de linchamientos en masa. Una horda de gente furiosa que destroza a otro ser humano. Quizás no lo haríamos si estuviésemos solos, pero apoyados por un grupo, ¿de qué no somos capaces?
La cooperación y la competencia no son diferentes a esto, pues el populacho los define de una manera precisa, en el que podrían escapar de nuestras manos y de nuestros deseos individuales. La decisión que tomemos es la que nos va a definir, el deseo de realizar un bien es el que nos va a llevar a tomar las manos de las personas a nuestro alrededor, cuyas individualidades les llaman a actuar de forma específica.

Redefinir conceptos
Hace unos días hubiese dicho que la cooperación era la clave fundamental para la supervivencia en todos los aspectos, y la competitividad nos llevaría inevitablemente a la destrucción de la especie, pero la realidad es que no hay esquemas precisos. Son sólo los deseos en nuestros corazones los que realmente nos hablan y prevalecen. Por lo tanto, ¿cuál es el mensaje que quieres darle al mundo?
Afianzar estos conceptos durante la infancia de nuestros hijos nunca está de más, pero el punto es siempre encontrar ese punto medio, pues tampoco queremos predisponer a nuestros hijos a una lucha constante y sin sentido, que a la larga, más que con otros sería consigo mismo. Y la cooperación, por lógica, parece ser el camino perfecto para sobrellevar los obstáculos, pero para esto el bien común es la meta, la supervivencia en consonancia con el mundo y no en contra de él.

Consecuencias
Cuántas veces creemos cooperar sin mirar a largo plazo, sin mirar las consecuencias que vienen en alas de la posible destrucción, como en el caso extremo de la bomba atómica. Antes de tomar una decisión, siempre es posible detenerse y mirar si es lo que realmente deseamos o más bien lo que creemos desear. Cuántas veces no cerramos los ojos a la competencia pensando que, inevitablemente, no vamos a llegar a ningún lado. La costumbre puede ser también un arma de destrucción masiva.
Gandhi, por ejemplo, logró usar ambos conceptos en cierto equilibrio. Su revolución de la no violencia se basó en la cooperación del pueblo para ir más allá de la pobreza y las costumbres que los hundían. Esto los llevó a ir en contra de otros seres humanos, más que todo en materia ideológica; sin embargo, a la larga también se intentó establecer un llamado a la cooperación futura. He allí el triunfo de muchas de sus ideas revolucionarias fundadas en la paz.

La cooperación y la competencia comienzan muy dentro, y su expansión nos define como raza, a diferencia de lo que muchos piensan, no se empujan entre sí. Así que, si queremos sembrar ambas semillas lo que tenemos que definir es qué ideales serán sus núcleos para el futuro a corto y a largo plazo; cómo las regaremos y la haremos crecer para beneficio de todos es decisión nuestra.

viernes, 17 de marzo de 2017

¿Qué camino tomar para sanar las heridas?


Hay más de una manera de sentirse sanados. Una es creer que la herida a cicatrizado para siempre y cerrar los ojos bien apretados para no ver las huellas de lo que pasó. La otra es observar la cicatriz con regularidad y pensar en el proceso de sanación que se está llevando a cabo para restituir la piel. ¿Cuál es el proceso de tu preferencia? ¿Con cuál te sientes más cómodo?
Cualquiera de los dos métodos amerita ese proceso de sanación en sí, el haber pasado por todo un camino de descubrimiento, reconocimiento de la herida y vendajes, incluso de puntadas y otras hasta de trasplantes. Estoy segura que con un asentimiento de cabeza muchos reconocen estos procedimientos. Pero esta reflexión no es para hablarles de cómo llegar a este punto, esta reflexión es para observar lo que viene después.

Las opciones
Introspection, foto de Alexandra Douglass
Estos son dos métodos que tienen como punto de partida una herida supuestamente cerrada. Hay momentos en que la herida nos pica y la miramos con curiosidad, pensando en su textura, en cómo es diferente al resto de la piel. Si llegamos a ignorar nuestra herida, ¿cómo aprender de ella?, ¿cómo recordar tener cuidado al subirse a los árboles de nuestros patios para llegar al otro lado del cielo? Porque muchos queremos llegar a ese otro lado.
“Ya la curé. Ya no existe la piquiña. Los recuerdos los encierro bajo llave y a su vez la llave en el armario.” Si esta es nuestra frase, no nos apuremos, la llave va a empezar eventualmente a tocar a la puerta, y más atrás la herida olvidada y solitaria nos empezará a quemar. Se abrirá de nuevo, con una intensidad que puede ser tan profunda y destajadora como la primera vez.
Así nos tocará repetir el mismo proceso una y otra vez, preguntándonos qué estamos haciendo mal para tener que revivir tanto dolor. La herida no es un ente independiente a nuestro cuerpo, es nuestro cuerpo, es nuestra sangre, es nuestra alma. No vamos por el mundo tratando de ignorar nuestra alma, no caminamos tratando de decirle a nuestra cabeza que no existe. De la misma forma las heridas no se quedan atrás, siempre caminan con nosotros, y siempre a nuestro lado, junto al resto que nos conforma como personas.
Mirar nuestra herida no quiere decir que vivamos con la vista fija en ella, que la contemplemos hasta el final de los tiempos sin explorar los alrededores. A una herida física la observamos de tiempo en tiempo y recordamos sus momentos, como si estuviésemos viendo un álbum fotográfico: esta cicatriz es de una operación de corazón abierto, ésta es de la rasgadura de un clavo, y ésta otra viene del totazo infalible con la esquina del mueble. Siempre están en nuestros recuerdos para que saboreemos las enseñanzas de la vida, aunque el sabor sea amargo.

La decisión
Repito entonces mis preguntas del comienzo: ¿Cuál es el proceso de tu preferencia? ¿Con cuál te sientes más cómodo? Lanzarse al círculo del olvido total y el dolor total, o la contemplación esporádica del proceso de sanación. Debemos considerar realmente qué camino queremos tomar y cuál vamos realmente a transitar.
Mirar nuestras heridas no nos hace débiles, como muchos piensan. Personalmente, pienso que nos hacen más sabios al comprenderlas, al escuchar sus necesidades; nos hacen expertos en nosotros mismos y más capaces de dar una respuesta afirmativa a nuestros corazones. Así la cicatriz no quedará olvidada y el dolor se mitigará para que podamos andar.

viernes, 10 de marzo de 2017

Tolerancia vs. Intolerancia



A veces la tolerancia, simplemente se diluye entre las grietas del día a día, así vemos nacer a la intolerancia. Buscar los rastros de lo que parece perdido no es fácil, y mucho menos regresarlo a su estado original.
Tengo un amigo a quién respeto, vive siempre con una opinión sobre el mundo y con una piedra en la mano lista para lanzarla al primero que haga algo que a él le parezca inaceptable. Al comienzo yo sólo asentía y callaba, pero pronto empecé a notar que las piedras comenzaban a seguirme y que yo también estaba preparándome para tomar una de esas piedras y comenzar a lanzarla. Sin percatarnos, los comentarios nos afectan, tanto que hasta pueden cambiar y moldear nuestra forma de pensar.

En nuestra realidad
En nuestros países latinoamericanos la intolerancia está a la orden del día. Unos hablan de intolerancia racial y de sexo, en nuestros países es más frecuente la de pensamientos, aunque los otros aspectos no se quedan muy atrás. Sólo están esperando su turno para aparecer más cómodamente, porque una vez que un prejuicio se instala, es más fácil que los otros también lo sigan.
¿Qué nos lleva a atacar?, ¿qué nos lleva a lanzar las piedras construidas con todos los prejuicios que más que de nosotros, pueden ser de otros? ¿Cuántas de nuestras intolerancias vienen de nuestros corazones y cuántas no vienen de lo que otros nos han enseñado?, ya sea de los padres, de la sociedad, del partido político o hasta de la religión. Mientras más odio se fabrique en las calles y en nuestros entornos, más nos sentiremos afectados y más alimentaremos la intolerancia.
Escuchamos miles de discursos, miles de videos sobre la compasión y el amor, pero a veces seguimos en la misma encrucijada, mirando alrededor con los ojos abiertos, a veces espantados, a veces acostumbrados; pero sin realmente mirar nada.
En el país en el que vivo la intolerancia no está ausente, como en Latinoamérica, es un ser tangible que va por las calles mirando a quién hace tropezar. Canadá es un país multicultural, con tantas caras diferentes que muchos se han comenzado a preguntar por qué lo están compartiendo, incluso los mismos inmigrantes se hacen esa clase de preguntas: ¿Por qué es una mujer como mi jefa, por qué un nativo, por qué un musulmán o una persona de una religión tan diferente?, ¿por qué un rico y no un pobre, por qué una persona de un partido político y no de otro, por qué un joven y no un viejo? Las preguntas parecen no tener fin.

Foto de John Clang
¿Por qué construir tolerancia?
Al perecer se nos ha olvidado que la idea detrás de la tolerancia no es el sentirnos mejor con nosotros mismos, es entregarle al mundo una unidad compacta, es entender que sólo como un colectivo podemos salir adelante destruyendo las paredes de los prejuicios y sembrando en su lugar un campo de aceptación. Porque en la aceptación está la diversidad, en la diversidad el entendimiento, y en el entendimiento está la riqueza del espíritu.
La vida está llena de verdades, y la tuya no es igual que la mía; eso no hace a ninguna de las dos verdades menos importantes, las hace ir lado a lado en una caminata pareja. No perdamos el tiempo tratando de empujar algo que tiene el mismo valor que nosotros, usemos ese tiempo para levantar un camino más amplio y aceptar a otras verdades que se quieran unir a la caminata.
Por eso les digo que ha llegado el momento de tomar acción. Escucha atentamente lo que otros te dicen, analiza ambas verdades e intenta tolerar las diferencias entre ambas. Así como el mundo está lleno de seres humanos y animales diferentes, de la misma manera nuestros corazones están poblados de una diversidad inmensa de sentimientos.
No siempre la tolerancia tiene que estar en constante lucha con la intolerancia, pues esta última nos hace ver el valor de la primera; pero para eso trata de maravillarte con las diferencias, no las silencies. Si están allí no es por pura casualidad, sino para enseñarte que en la unión está la fuerza.

viernes, 3 de marzo de 2017

Ser rechazado o ignorado. Versiones de un todo



El rechazo y el ser ignorado son de los estados de ánimo que más despiertan miedos y frustraciones. Nos suelen paralizar desde la punta de los pies hasta la punta del cabello en espasmos de dolor que no nos damos cuenta tener hasta que les prestamos atención. ¿Qué tanto dejamos que el miedo al rechazo y al ser ignorados gobiernen nuestras vidas?
Foto tomada del sitio web www.sortrature.com
Claramente recuerdo cuando tenía catorce años, participaba en un Festival Interno de mi colegio en la categoría de cuento. No era la la primera vez que participaba en algo parecido y me decía, ¿qué puede salir mal? Bueno, siempre pasan cosas inesperadas.

Al llegar mi turno, sólo veía el mar de gente a mis pies; estaba en una tarima lo suficientemente alta como para poder ver las caras de los estudiantes y de los representante apelmazados bajo el techo del patio central y, justo cuando iba a empezar a hablar, se dañó el micrófono. Así que me di media vuelta y me dispuse a bajar y a esperar. Por lo menos esa era mi idea, pero la idea de la persona encargada fue que hablara sin micrófono y lo más alto posible.

En ese momento entré en pánico, pero más pánico me dio cuando me di cuenta que nadie me prestaba atención, que mi voz era muy baja como para ser escuchada incluso por las personas que estaban frente a mí. Todos hablaban entre sí y yo hablaba para nadie. Ese fue el día del comienzo de mi pánico escénico, el día funesto que recuerdo cada vez que siento que la sensación de rechazo o de ser ignorada se aproximan.

Las diferentes versiones de uno mismo
Todos tenemos experiencias diferentes, esos momentos que marcan nuestras vidas y que recordamos con un nudo en la garganta. Pero qué poco recordamos los otros días, aquellos en los que somos unos gigantes frente al mundo y nos lo podemos comer de un mordisco. Esos días no los pensamos, preferimos escuchar la otra versión de nosotros mismos, esa versión que entra en pánico fácilmente y prefiere salir corriendo.

Si nos ponemos a desmenuzar nuestra personalidad, nos vamos a dar cuenta que estamos divididos en varias versiones, unas más conocidas que otras: el campeón, el artista, el intelectual, el fiestero, el miedoso, el violento, el compasivo, etc. El conocer profundamente cada una de estas versiones nos ayuda a mantener las piezas juntas para que sean un todo.

El miedoso, el rechazado, el ignorado, son parte de ese todo; pero cuando aparecen, corremos despavoridos para no tener que enfrentarlos, para no tener que sentirlos. Nos encanta escuchar a esas otras versiones hablarnos, internalizar en la grandiosidad de un momento, pero entonces ¿por qué no hacemos lo mismo con el resto?

No hacemos lo mismo porque nos da un miedo infinito que estos sentimientos tengan la verdad de nuestras vidas, que nos vean incapaces porque nos sentimos incapaces, que nos hablen de fealdad porque nos sentimos feos. Cada vez que voy a presentar algo me atemoriza que no me escuchen y ser ignorada y, por mucho tiempo sólo corrí, y ni siquiera era una carrera de resistencia si no de retirada.
Pero no tiene que ser siempre así. Por qué no dejar a los miedos correr con nosotros en vez de echarlos de nuestro lado o huirles.

Cómo escuchar nuestras versiones más temidas
Una de las cosas que te recomiendo es conocer los síntomas del rechazo, o de cualquier miedo que te atosigue.
  • Manos sudorosas
  • Respiración entrecortada
  • Dolor de estómago
  • Una sensación de calor intenso que sale desde las entrañas
  • El comerse las uñas
  • El sudar descontroladamente, etc.

Road to Paradise, foto de Nikola Petreski
Estas son sólo algunas, pero la cuestión es tener una idea de lo que puede afectar tu cuerpo en estos momentos de estrés. Una vez identifiques que el momento del pánico se aproxima, te recomiendo proceder a conocer a tus pensamientos, algo así:

“Estoy notando que me estoy poniendo nervioso, a qué se debe este pensamiento”

Probablemente este momento te va a llevar al origen de tus miedos, o quizás no, pero el hecho de que te lo preguntes te va a dar un respiro para que asimiles la situación y para que puedas pensar con más calma y terminar lo que has empezado. Ya después podrás mantener una conversación con ese sentimiento a ver por qué está presente y qué te quiere decir.

No tratemos de rechazar nuestras versiones, ellas están para enseñarnos. Recordemos que las viejas versiones siempre ayudan a la creación de una mejor de uno mismo.
El miedo al rechazo y al ser ignorado aparecerán de vez en cuando, quizás más frecuentemente de lo que esperamos, pero eso no nos hace más vulnerables, nos hace más fuertes si logramos escuchar sus mensajes.

Presta atención y prepárate para una carrera de resistencia.